El delirante y perturbador misterio de un impostor

El narrador vio por primera vez a aquel hombre en 1971 o 1972, cuando Allende era aún Presidente de Chile. Escribía poemas distantes y cautelosos, seducía a las mujeres y despertaba en los hombres una indefinible desconfianza. Volvió a verlo después del golpe, pero en ese momento ignoraba que aquel aviador, que escribía versículos de la Biblia con el humo de un avión de la Segunda Guerra Mundial y el poeta, eran uno, y el mismo. Y así nos es contada la historia de un impostor, de un hombre de muchos nombres, sin otra moral que la estética, dandy del horror, asesino y fotógrafo del miedo, artista bárbaro que llevaba sus creaciones hasta sus últimas y letales consecuencias.

Novela clave en la obra de Roberto Bolaño, Estrella Distante es, además de un apasionante thriller intelectual, una escalofriante investigación sobre la mentalidad fascista y sus efectos en la sensibilidad literaria.
Roberto Bolaño nació en Santiago, Chile, en 1953. Pasó gran parte de su vida en México y en España, donde murió a la edad de cincuenta años. Es autor de numerosas obras de ficción, no ficción y poesía. Su libro Los detectives salvajes ganó el Premio Rómulo Gallegos de Novela y fue uno de los Mejores Libros del 2007 para The Washington Post, Los Angeles Times y The New York Times Book Review. En 2008, recibió póstumamente el Premio de Ficción del National Book Critics Circle por 2666.
En el ltimo capitulo de mi novela La literatura nazi en America se

narraba tal vez demasiado esquematicamente (no pasaba de las

veinte paginas) la historia del teniente Ramirez Hoffman, de la

FACH. Esta historia me la conto mi compatriota Arturo B,

veterano de las guerras floridas y suicida en Africa, quien no

quedo satisfecho del resultado final. El ultimo capitulo de La

literatura nazi servia como contrapunto, acaso como anticlimax

del grotesco literario que lo precedia, y Arturo deseaba una

historia mas larga, no espejo ni explosion de otras historias sino

espejo y explosion en si misma. Asi pues, nos encerramos durante

un mes y medio en mi casa de Blanes y con el ultimo capitulo en

mano y al dictado de sus suenos y pesadillas compusimos la

novela que el lector tiene ahora ante si. Mi funcion se redujo a

preparar bebidas, consultar algunos libros, y discutir, con el y con

el fantasma cada dia mas vivo de Pierre Menard, la validez de

muchos parrafos repetidos.

1

La primera vez que vi a Carlos Wieder fue en 1971 o tal vez en 1972, cuando Salvador

Allende era presidente de Chile.

Entonces se hacia llamar

Alberto Ruiz-Tagle y a veces iba al taller de poesia de Juan Stein,

en Concepcion, la Ilamada capital del Sur. No puedo decir que lo

conociera bien. Lo veia una vez a la semana, dos veces, cuando

iba al taller. No hablaba demasiado. Yo si. La mayoria de los que

ibamos hablabamos mucho: no solo de poesia, sino de politica, de

viajes (que por entonces ninguno imaginaba que iban a ser lo que

despues fueron), de pintura, de arquitectura, de fotografia, de

revolucion y lucha armada; la lucha armada que nos iba a traer

una nueva vida y una nueva epoca, pero que para la mayoria de

nosotros era como un sueno o, mas apropiadamente, como la

Ilave que nos abriria la puerta de los suenos, los unicos por los

cuales merecia la pena vivir. Y aunque vagamente sabiamos que

los suenos a menudo se convierten en pesadillas, eso no nos

importaba. Teniamos entre diecisiete y veintitres anos (yo tenia

dieciocho) y casi todos estudiabamos en la Facultad de Letras,

menos las hermanas Garmendia, que estudiaban sociologia y

psicologia, y Alberto Ruiz-Tagle, que segun dijo en alguna

ocasion era autodidacta. Sobre ser autodidacta en Chile en los

dias previos a 1973 habria mucho que decir. La verdad era que

no parecia autodidacta. Quiero decir: exteriormente no parecia un

autodidacta. Estos, en Chile, a principios de los setenta, en la

ciudad de Concepcion, no vestian de la manera en que se vestia

Ruiz-Tagle. Los autodidactas eran pobres. Hablaba como un

autodidacta, eso si. Hablaba como supongo que hablamos ahora

todos nosotros, los que aun estamos vivos (hablaba como si

viviera en medio de una nube), pero se vestia demasiado bien

para no haber pisado nunca una universidad. No pretendo decir

que fuera elegante -aunque a su manera si lo era- ni que vistiera

de una forma determinada; sus gustos eran eclecticos: a veces

aparecia con terno y corbata, otras veces con prendas

deportivas, no desdenaba los blue-jeans ni las camisetas. Pero

fuera cual fuera el vestido Ruiz-Tagle siempre Ilevaba ropas

caras, de marca. En una palabra, Ruiz-Tagle era elegante y yo

por entonces no creia que los autodidactas chilenos, siempre

entre el manicomio y la desesperacion, fueran elegantes. Alguna

vez dijo que su padre o su abuelo habia sido propietario de un

fundo cerca de Puerto Montt. El, contaba, o se lo oimos contar a

Veronica Garmendia, decidio dejar de estudiar a los quince anos

para dedicarse a los trabajos del campo y a la lectura de la

biblioteca paterna. Los que ibamos al taller de Juan Stein

dabamos por sentado que era un buen jinete. No se por que

puesto que nunca lo vimos montar a caballo. En realidad, todas

las suposiciones que podiamos hacer en torno a Ruiz-Tagle

estaban predeterminadas por nuestros celos o tal vez nuestra

envidia. Ruiz-Tagle era alto, delgado, pero fuerte y de facciones

hermosas. Segun Bibiano O'Ryan, era un tipo de facciones

demasiado frias para ser hermosas, pero, claro, Bibiano afirmo

esto a posteriori y asi no vale. ÀPor que sentiamos celos de

Ruiz-Tagle? El plural es excesivo. El que sentia celos era yo. Tal

vez Bibiano compartiera mis celos. El motivo, por supuesto, eran

las hermanas Garmendia, gemelas monocigoticas y estrellas

indiscutibles del taller de poesia. Tanto, que a veces teniamos la

impresion (Bibiano y yo) de que Stein dirigia el taller para

beneficio exclusivo de ellas. Eran, lo admito, las mejores.

Veronica y Angelica Garmendia, tan iguales algunos dias que era

imposible distinguirlas y tan diferentes otros dias (pero sobre todo

otras noches) que parecian mutuamente dos desconocidas

cuando no dos enemigas. Stein las adoraba. Era, junto con

Ruiz-Tagle, el unico que siempre sabia quien era Veronica y quien

Angelica. Yo sobre ellas apenas puedo hablar. A veces aparecen

en mis pesadillas. Tienen mi misma edad, tal vez un ano mas, y

son altas, delgadas, de piel morena y pelo negro muy largo, como

creo que era la moda en aquella epoca.

Las hermanas

Garmendia se hicieron amigas de Ruiz-Tagle casi de inmediato.

Este se inscribio en el 71 o en el 72 en el taller de Stein. Nadie lo

habia visto antes, ni por la universidad ni por ninguna parte. Stein

no le pregunto de donde venia. Le pidio que leyera tres poemas y

dijo que no estaban mal. (Stein solo alababa abiertamente los

poemas de las hermanas Garmendia.) Y se quedo con nosotros.

Al principio los demas poco caso le haciamos. Pero cuando

vimos que las Garmendia se hacian amigas de el, nosotros

tambien nos hicimos amigos de Ruiz-Tagle. Hasta entonces su

actitud era de una cordialidad distante. Solo con las Garmendia

(en esto se parecia a Stein) era francamente simpatico, lleno de

delicadezas y atenciones. A los demas, como ya he dicho, nos

trataba con una Çcordialidad distanteÈ, es decir, nos saludaba,

nos sonreia, cuando leiamos poemas era discreto y mesurado en

su apreciacion critica, jamas defendia sus textos de nuestros

ataques (soliamos ser demoledores) y nos escuchaba, cuando le

hablabamos, con algo que hoy no me atreveria jamas a llamar

atencion pero que entonces nos lo parecia.

Las diferencias

entre Ruiz-Tagle y el resto eran notorias. Nosotros hablabamos

en argot o en una jerga marxista-mandrakista (la mayoria eramos

miembros o simpatizantes del MIR o de partidos trotskistas,

aunque alguno, creo, militaba en las Juventudes Socialistas o en el

Partido Comunista o en uno de los partidos de izquierda catolica).

Ruiz-Tagle hablaba en espanol. Ese espanol de ciertos lugares de

Chile (lugares mas mentales que fisicos) en donde el tiempo

parece no transcurrir. Nosotros viviamos con nuestros padres (los

que eramos de Concepcion) o en pobres pensiones de

estudiantes. Ruiz-Tagle vivia solo, en un departamento cercano al

centro, de cuatro habitaciones con las cortinas permanentemente

bajadas, que yo nunca visite pero del que Bibiano y la Gorda

Posadas me contaron cosas, muchos anos despues (cosas

influidas ya por la leyenda maldita de Wieder), y que no se si

creer o achacar a la imaginacion de mi antiguo condiscipulo.

Nosotros casi nunca teniamos plata (es divertido escribir ahora la

palabra plata: brilla como un ojo en la noche); a Ruiz-Tagle nunca

le falto el dinero.

Que me conto Bibiano de la casa de

Ruiz-Tagle? Hablo de su desnudez, sobre todo; tuvo la impresion

de que la casa estaba preparada. En una unica ocasion fue solo.

Pasaba por alli y decidio (asi es Bibiano) invitar a Ruiz-Tagle al

cine. Apenas lo conocia y decidio invitarlo al cine. Daban una de

Bergman, no recuerdo cual. Bibiano habia ido un par de veces

antes a la casa, siempre acompanando a alguna de las Garmendia,

y en ambas ocasiones la visita era, por decirlo de alguna manera,

esperada. Entonces, en aquellas visitas con las Garmendia, la casa

le parecio preparada, dispuesta para el ojo de los que llegaban,

demasiado vacia, con espacios en donde claramente faltaba algo.

En la carta donde me explico estas cosas (carta escrita muchos

anos despues) Bibiano decia que se habia sentido como Mia

Farrow en El bebe de Rosemary, cuando va por primera vez, con

John Cassavettes, a la casa de sus vecinos. Faltaba algo. En la

casa de la pelicula de Polanski lo que faltaba eran los cuadros,

descolgados prudentemente para no espantar a Mia y a

Cassavettes. En la casa de Ruiz-Tagle lo que faltaba era algo

innombrable (o que Bibiano, anos despues y ya al tanto de la

historia o de buena parte de la historia, considero innombrable,

pero presente, tangible), como si el anfitrion hubiera amputado

trozos de su vivienda. O como si esta fuese un mecano que se

adaptaba a las expectativas y particularidades de cada visitante.

Esta sensacion se acentuo cuando fue solo a la casa. Ruiz-Tagle,

evidentemente, no lo esperaba. Tardo en abrir la puerta. Cuando

lo hizo parecio no reconocer a Bibiano, aunque este me asegura

que Ruiz-Tagle abrio la puerta con una sonrisa y que en ningun

momento dejo de sonreir. No habia mucha luz, como el mismo

admite, asi que no se hasta que punto mi amigo se acerca a la

verdad. En cualquier caso, Ruiz-Tagle abrio la puerta y tras un

cruce de palabras mas o menos incongruente (tardo en entender

que Bibiano estaba alli para invitarlo al cine) volvio a cerrar no sin

antes decirle que esperara un momento, y tras unos segundos

abrio y esta vez lo invito a pasar. La casa estaba en penumbra. El

olor era espeso, como si Ruiz-Tagle hubiera preparado la noche

anterior una comida muy fuerte, llena de grasa y especias. Por un

momento Bibiano creyo oir ruido en una de las habitaciones y

penso que Ruiz-Tagle estaba con una mujer. Cuando iba a

disculparse y a marcharse, Ruiz-Tagle le pregunto que pelicula

pensaba ir a ver. Bibiano dijo que una de Bergman, en el Teatro

Lautaro. Ruiz-Tagle volvio a sonreir con esa sonrisa que a

Bibiano le parecia enigmatica y que yo encontraba autosuficiente

cuando no explicitamente sobrada. Se disculpo, dijo que ya tenia

una cita con Veronica Garmendia y ademas, explico, no le

gustaba el cine de Bergman. Para entonces Bibiano estaba seguro

que habia otra persona en la casa, alguien inmovil y que

escuchaba tras la puerta la conversacion que sostenia con

Ruiz-Tagle. Penso que, precisamente, debia ser Veronica, pues

de lo contrario como explicar el que Ruiz-Tagle, de comun tan

discreto, la nombrara. Pero por mas esfuerzos que hizo no pudo

imaginarse a nuestra poeta en esa situacion. Ni Veronica ni

Angelica Garmendia escuchaban tras las puertas. ÀQuien,

entonces? Bibiano no lo sabe. En ese momento, probablemente,

lo unico que sabia era que deseaba marcharse, decirle adios a

Ruiz-Tagle y no volver nunca mas a aquella casa desnuda y

sangrante. Son sus palabras. Aunque, tal como el la describe, la

casa no podia ofrecer un aspecto mas aseptico. Las paredes

limpias, los libros ordenados en una estanteria metalica, los

sillones cubiertos con ponchos surenos. Sobre una banqueta de

madera la Leika de Ruiz-Tagle, la misma que una tarde utilizo

para sacarnos fotos a todos los miembros del taller de poesia. La

cocina, que Bibiano veia a traves de una puerta semientornada,

de aspecto normal, sin el tipico amontonamiento de ollas y platos

sucios propio de la casa de un estudiante que vive solo (pero

Ruiz-Tagle no era un estudiante). En fin, nada que se saliera de lo

corriente, salvo el ruido que bien podia haberse producido en el

apartamento vecino. Segun Bibiano, mientras Ruiz-Tagle hablaba

el tuvo la impresion de que este no queria que se marchara, que

hablaba, precisamente, para retenerlo alli. Esta impresion, sin

ningun fundamento objetivo, contribuyo a aumentar el nerviosismo

de mi amigo hasta unos niveles, segun el, intolerables. Lo mas

curioso es que Ruiz-Tagle parecia disfrutar con la situacion: se

daba cuenta de que Bibiano estaba cada vez mas palido o mas

transpirado y seguia hablando (de Bergman, supongo) y

sonriendo. La casa permanecia en un silencio que las palabras de

Ruiz-Tagle solo acentuaban, sin llegar jamas a romperlo.

ÀDe

que hablaba?, se pregunta Bibiano. Seria importante, escribe en

su carta, que lo recordase, pero por mas esfuerzos que hago es

imposible. Lo cierto es que Bibiano aguanto hasta donde pudo,

luego dijo hasta luego de forma mas bien atropellada y se marcho.

En la escalera, poco antes de salir a la calle, encontro a Veronica

Garmendia. Esta le pregunto si le pasaba algo. ÀQue me puede

pasar?, dijo Bibiano. No lo se, dijo Veronica, pero estas blanco

como el papel. Nunca olvidare esas palabras, dice Bibiano en su

carta: palido como una hoja de papel. Y el rostro de Veronica

Garmendia. El rostro de una mujer enamorada.

Es triste

reconocerlo, pero es asi. Veronica estaba enamorada de

Ruiz-Tagle. E incluso puede que Angelica tambien estuviera

enamorada de el. Una vez, Bibiano y yo hablamos sobre esto,

hace mucho tiempo. Supongo que lo que nos dolia era que

ninguna de las Garmendia estuviera enamorada o al menos

interesada en nosotros. A Bibiano le gustaba Veronica. A mi me

gustaba Angelica. Nunca nos atrevimos a decirles ni una palabra

al respecto, aunque creo que nuestro interes por ellas era

publicamente notorio. Algo en lo que no nos distinguiamos del

resto de miembros masculinos del taller, todos, quien mas, quien

menos, enamorados de las hermanas Garmendia. Pero ellas, o al

menos una de ellas, quedaron prendadas del raro encanto del

poeta autodidacta.

Autodidacta, si, pero preocupado por

aprender como decidimos Bibiano y yo cuando lo vimos aparecer

por el taller de poesia de Diego Soto, el otro taller puntero de la

Universidad de Concepcion, que rivalizaba digamos en la etica y

en la estetica con el taller de Juan Stein, aunque Stein y Soto eran

lo que entonces se Ilamaba, y supongo que aun se sigue

Ilamando, amigos del alma. El taller de Soto estaba en la Facultad

de Medicina, ignoro por que razon, en un cuarto mal ventilado y

mal amoblado, separado tan solo por un pasillo del anfiteatro en

donde los estudiantes despiezaban cadaveres en las clases de

anatomia. El anfiteatro, por supuesto, olia a formol. El pasillo, en

ocasiones, tambien olia a formol. Y algunas noches, pues el taller

de Soto funcionaba todos los viernes de ocho a diez, aunque

generalmente solia acabar pasadas las doce, el cuarto se

impregnaba de olor a formol que nosotros intentabamos

vanamente disimular encendiendo un cigarrillo tras otro. Los

asiduos al taller de Stein no iban al taller de Soto y viceversa,

salvo Bibiano O'Ryan y yo, que en realidad compensabamos

nuestra inasistencia cronica a clases acudiendo no solo a los

talleres sino a cuanto recital o reunion cultural y politica se hiciera

en la ciudad. Asi que ver aparecer una noche por alli a Ruiz-Tagle

fue una sorpresa. Su actitud fue mas o menos la misma que

mantenia en el taller de Stein. Escuchaba, sus criticas eran

ponderadas, breves y siempre en un tono amable y educado, leia

sus propios trabajos con desprendimiento y distancia y aceptaba

sin rechistar incluso los peores comentarios, como si los poemas

que sometia a nuestra critica no fueran suyos.
“Bolaño se desenvuelve de modo divertido, inteligente y sarcástico en esa vertiente literaria que es juego de espejos entre verdad y mixtificación, entre realidad e ilusión, entre hechos y conjeturas, entre personajes apócrifos e históricos. —El mundo

“El estilo austero de Bolaño da a esta narración una precisión escalofriante, como si el desapego de su antiguo compañero se hubiera convertido en el de su país y en el suyo propio”. —The New Yorker

About

El delirante y perturbador misterio de un impostor

El narrador vio por primera vez a aquel hombre en 1971 o 1972, cuando Allende era aún Presidente de Chile. Escribía poemas distantes y cautelosos, seducía a las mujeres y despertaba en los hombres una indefinible desconfianza. Volvió a verlo después del golpe, pero en ese momento ignoraba que aquel aviador, que escribía versículos de la Biblia con el humo de un avión de la Segunda Guerra Mundial y el poeta, eran uno, y el mismo. Y así nos es contada la historia de un impostor, de un hombre de muchos nombres, sin otra moral que la estética, dandy del horror, asesino y fotógrafo del miedo, artista bárbaro que llevaba sus creaciones hasta sus últimas y letales consecuencias.

Novela clave en la obra de Roberto Bolaño, Estrella Distante es, además de un apasionante thriller intelectual, una escalofriante investigación sobre la mentalidad fascista y sus efectos en la sensibilidad literaria.

Author

Roberto Bolaño nació en Santiago, Chile, en 1953. Pasó gran parte de su vida en México y en España, donde murió a la edad de cincuenta años. Es autor de numerosas obras de ficción, no ficción y poesía. Su libro Los detectives salvajes ganó el Premio Rómulo Gallegos de Novela y fue uno de los Mejores Libros del 2007 para The Washington Post, Los Angeles Times y The New York Times Book Review. En 2008, recibió póstumamente el Premio de Ficción del National Book Critics Circle por 2666.

Excerpt

En el ltimo capitulo de mi novela La literatura nazi en America se

narraba tal vez demasiado esquematicamente (no pasaba de las

veinte paginas) la historia del teniente Ramirez Hoffman, de la

FACH. Esta historia me la conto mi compatriota Arturo B,

veterano de las guerras floridas y suicida en Africa, quien no

quedo satisfecho del resultado final. El ultimo capitulo de La

literatura nazi servia como contrapunto, acaso como anticlimax

del grotesco literario que lo precedia, y Arturo deseaba una

historia mas larga, no espejo ni explosion de otras historias sino

espejo y explosion en si misma. Asi pues, nos encerramos durante

un mes y medio en mi casa de Blanes y con el ultimo capitulo en

mano y al dictado de sus suenos y pesadillas compusimos la

novela que el lector tiene ahora ante si. Mi funcion se redujo a

preparar bebidas, consultar algunos libros, y discutir, con el y con

el fantasma cada dia mas vivo de Pierre Menard, la validez de

muchos parrafos repetidos.

1

La primera vez que vi a Carlos Wieder fue en 1971 o tal vez en 1972, cuando Salvador

Allende era presidente de Chile.

Entonces se hacia llamar

Alberto Ruiz-Tagle y a veces iba al taller de poesia de Juan Stein,

en Concepcion, la Ilamada capital del Sur. No puedo decir que lo

conociera bien. Lo veia una vez a la semana, dos veces, cuando

iba al taller. No hablaba demasiado. Yo si. La mayoria de los que

ibamos hablabamos mucho: no solo de poesia, sino de politica, de

viajes (que por entonces ninguno imaginaba que iban a ser lo que

despues fueron), de pintura, de arquitectura, de fotografia, de

revolucion y lucha armada; la lucha armada que nos iba a traer

una nueva vida y una nueva epoca, pero que para la mayoria de

nosotros era como un sueno o, mas apropiadamente, como la

Ilave que nos abriria la puerta de los suenos, los unicos por los

cuales merecia la pena vivir. Y aunque vagamente sabiamos que

los suenos a menudo se convierten en pesadillas, eso no nos

importaba. Teniamos entre diecisiete y veintitres anos (yo tenia

dieciocho) y casi todos estudiabamos en la Facultad de Letras,

menos las hermanas Garmendia, que estudiaban sociologia y

psicologia, y Alberto Ruiz-Tagle, que segun dijo en alguna

ocasion era autodidacta. Sobre ser autodidacta en Chile en los

dias previos a 1973 habria mucho que decir. La verdad era que

no parecia autodidacta. Quiero decir: exteriormente no parecia un

autodidacta. Estos, en Chile, a principios de los setenta, en la

ciudad de Concepcion, no vestian de la manera en que se vestia

Ruiz-Tagle. Los autodidactas eran pobres. Hablaba como un

autodidacta, eso si. Hablaba como supongo que hablamos ahora

todos nosotros, los que aun estamos vivos (hablaba como si

viviera en medio de una nube), pero se vestia demasiado bien

para no haber pisado nunca una universidad. No pretendo decir

que fuera elegante -aunque a su manera si lo era- ni que vistiera

de una forma determinada; sus gustos eran eclecticos: a veces

aparecia con terno y corbata, otras veces con prendas

deportivas, no desdenaba los blue-jeans ni las camisetas. Pero

fuera cual fuera el vestido Ruiz-Tagle siempre Ilevaba ropas

caras, de marca. En una palabra, Ruiz-Tagle era elegante y yo

por entonces no creia que los autodidactas chilenos, siempre

entre el manicomio y la desesperacion, fueran elegantes. Alguna

vez dijo que su padre o su abuelo habia sido propietario de un

fundo cerca de Puerto Montt. El, contaba, o se lo oimos contar a

Veronica Garmendia, decidio dejar de estudiar a los quince anos

para dedicarse a los trabajos del campo y a la lectura de la

biblioteca paterna. Los que ibamos al taller de Juan Stein

dabamos por sentado que era un buen jinete. No se por que

puesto que nunca lo vimos montar a caballo. En realidad, todas

las suposiciones que podiamos hacer en torno a Ruiz-Tagle

estaban predeterminadas por nuestros celos o tal vez nuestra

envidia. Ruiz-Tagle era alto, delgado, pero fuerte y de facciones

hermosas. Segun Bibiano O'Ryan, era un tipo de facciones

demasiado frias para ser hermosas, pero, claro, Bibiano afirmo

esto a posteriori y asi no vale. ÀPor que sentiamos celos de

Ruiz-Tagle? El plural es excesivo. El que sentia celos era yo. Tal

vez Bibiano compartiera mis celos. El motivo, por supuesto, eran

las hermanas Garmendia, gemelas monocigoticas y estrellas

indiscutibles del taller de poesia. Tanto, que a veces teniamos la

impresion (Bibiano y yo) de que Stein dirigia el taller para

beneficio exclusivo de ellas. Eran, lo admito, las mejores.

Veronica y Angelica Garmendia, tan iguales algunos dias que era

imposible distinguirlas y tan diferentes otros dias (pero sobre todo

otras noches) que parecian mutuamente dos desconocidas

cuando no dos enemigas. Stein las adoraba. Era, junto con

Ruiz-Tagle, el unico que siempre sabia quien era Veronica y quien

Angelica. Yo sobre ellas apenas puedo hablar. A veces aparecen

en mis pesadillas. Tienen mi misma edad, tal vez un ano mas, y

son altas, delgadas, de piel morena y pelo negro muy largo, como

creo que era la moda en aquella epoca.

Las hermanas

Garmendia se hicieron amigas de Ruiz-Tagle casi de inmediato.

Este se inscribio en el 71 o en el 72 en el taller de Stein. Nadie lo

habia visto antes, ni por la universidad ni por ninguna parte. Stein

no le pregunto de donde venia. Le pidio que leyera tres poemas y

dijo que no estaban mal. (Stein solo alababa abiertamente los

poemas de las hermanas Garmendia.) Y se quedo con nosotros.

Al principio los demas poco caso le haciamos. Pero cuando

vimos que las Garmendia se hacian amigas de el, nosotros

tambien nos hicimos amigos de Ruiz-Tagle. Hasta entonces su

actitud era de una cordialidad distante. Solo con las Garmendia

(en esto se parecia a Stein) era francamente simpatico, lleno de

delicadezas y atenciones. A los demas, como ya he dicho, nos

trataba con una Çcordialidad distanteÈ, es decir, nos saludaba,

nos sonreia, cuando leiamos poemas era discreto y mesurado en

su apreciacion critica, jamas defendia sus textos de nuestros

ataques (soliamos ser demoledores) y nos escuchaba, cuando le

hablabamos, con algo que hoy no me atreveria jamas a llamar

atencion pero que entonces nos lo parecia.

Las diferencias

entre Ruiz-Tagle y el resto eran notorias. Nosotros hablabamos

en argot o en una jerga marxista-mandrakista (la mayoria eramos

miembros o simpatizantes del MIR o de partidos trotskistas,

aunque alguno, creo, militaba en las Juventudes Socialistas o en el

Partido Comunista o en uno de los partidos de izquierda catolica).

Ruiz-Tagle hablaba en espanol. Ese espanol de ciertos lugares de

Chile (lugares mas mentales que fisicos) en donde el tiempo

parece no transcurrir. Nosotros viviamos con nuestros padres (los

que eramos de Concepcion) o en pobres pensiones de

estudiantes. Ruiz-Tagle vivia solo, en un departamento cercano al

centro, de cuatro habitaciones con las cortinas permanentemente

bajadas, que yo nunca visite pero del que Bibiano y la Gorda

Posadas me contaron cosas, muchos anos despues (cosas

influidas ya por la leyenda maldita de Wieder), y que no se si

creer o achacar a la imaginacion de mi antiguo condiscipulo.

Nosotros casi nunca teniamos plata (es divertido escribir ahora la

palabra plata: brilla como un ojo en la noche); a Ruiz-Tagle nunca

le falto el dinero.

Que me conto Bibiano de la casa de

Ruiz-Tagle? Hablo de su desnudez, sobre todo; tuvo la impresion

de que la casa estaba preparada. En una unica ocasion fue solo.

Pasaba por alli y decidio (asi es Bibiano) invitar a Ruiz-Tagle al

cine. Apenas lo conocia y decidio invitarlo al cine. Daban una de

Bergman, no recuerdo cual. Bibiano habia ido un par de veces

antes a la casa, siempre acompanando a alguna de las Garmendia,

y en ambas ocasiones la visita era, por decirlo de alguna manera,

esperada. Entonces, en aquellas visitas con las Garmendia, la casa

le parecio preparada, dispuesta para el ojo de los que llegaban,

demasiado vacia, con espacios en donde claramente faltaba algo.

En la carta donde me explico estas cosas (carta escrita muchos

anos despues) Bibiano decia que se habia sentido como Mia

Farrow en El bebe de Rosemary, cuando va por primera vez, con

John Cassavettes, a la casa de sus vecinos. Faltaba algo. En la

casa de la pelicula de Polanski lo que faltaba eran los cuadros,

descolgados prudentemente para no espantar a Mia y a

Cassavettes. En la casa de Ruiz-Tagle lo que faltaba era algo

innombrable (o que Bibiano, anos despues y ya al tanto de la

historia o de buena parte de la historia, considero innombrable,

pero presente, tangible), como si el anfitrion hubiera amputado

trozos de su vivienda. O como si esta fuese un mecano que se

adaptaba a las expectativas y particularidades de cada visitante.

Esta sensacion se acentuo cuando fue solo a la casa. Ruiz-Tagle,

evidentemente, no lo esperaba. Tardo en abrir la puerta. Cuando

lo hizo parecio no reconocer a Bibiano, aunque este me asegura

que Ruiz-Tagle abrio la puerta con una sonrisa y que en ningun

momento dejo de sonreir. No habia mucha luz, como el mismo

admite, asi que no se hasta que punto mi amigo se acerca a la

verdad. En cualquier caso, Ruiz-Tagle abrio la puerta y tras un

cruce de palabras mas o menos incongruente (tardo en entender

que Bibiano estaba alli para invitarlo al cine) volvio a cerrar no sin

antes decirle que esperara un momento, y tras unos segundos

abrio y esta vez lo invito a pasar. La casa estaba en penumbra. El

olor era espeso, como si Ruiz-Tagle hubiera preparado la noche

anterior una comida muy fuerte, llena de grasa y especias. Por un

momento Bibiano creyo oir ruido en una de las habitaciones y

penso que Ruiz-Tagle estaba con una mujer. Cuando iba a

disculparse y a marcharse, Ruiz-Tagle le pregunto que pelicula

pensaba ir a ver. Bibiano dijo que una de Bergman, en el Teatro

Lautaro. Ruiz-Tagle volvio a sonreir con esa sonrisa que a

Bibiano le parecia enigmatica y que yo encontraba autosuficiente

cuando no explicitamente sobrada. Se disculpo, dijo que ya tenia

una cita con Veronica Garmendia y ademas, explico, no le

gustaba el cine de Bergman. Para entonces Bibiano estaba seguro

que habia otra persona en la casa, alguien inmovil y que

escuchaba tras la puerta la conversacion que sostenia con

Ruiz-Tagle. Penso que, precisamente, debia ser Veronica, pues

de lo contrario como explicar el que Ruiz-Tagle, de comun tan

discreto, la nombrara. Pero por mas esfuerzos que hizo no pudo

imaginarse a nuestra poeta en esa situacion. Ni Veronica ni

Angelica Garmendia escuchaban tras las puertas. ÀQuien,

entonces? Bibiano no lo sabe. En ese momento, probablemente,

lo unico que sabia era que deseaba marcharse, decirle adios a

Ruiz-Tagle y no volver nunca mas a aquella casa desnuda y

sangrante. Son sus palabras. Aunque, tal como el la describe, la

casa no podia ofrecer un aspecto mas aseptico. Las paredes

limpias, los libros ordenados en una estanteria metalica, los

sillones cubiertos con ponchos surenos. Sobre una banqueta de

madera la Leika de Ruiz-Tagle, la misma que una tarde utilizo

para sacarnos fotos a todos los miembros del taller de poesia. La

cocina, que Bibiano veia a traves de una puerta semientornada,

de aspecto normal, sin el tipico amontonamiento de ollas y platos

sucios propio de la casa de un estudiante que vive solo (pero

Ruiz-Tagle no era un estudiante). En fin, nada que se saliera de lo

corriente, salvo el ruido que bien podia haberse producido en el

apartamento vecino. Segun Bibiano, mientras Ruiz-Tagle hablaba

el tuvo la impresion de que este no queria que se marchara, que

hablaba, precisamente, para retenerlo alli. Esta impresion, sin

ningun fundamento objetivo, contribuyo a aumentar el nerviosismo

de mi amigo hasta unos niveles, segun el, intolerables. Lo mas

curioso es que Ruiz-Tagle parecia disfrutar con la situacion: se

daba cuenta de que Bibiano estaba cada vez mas palido o mas

transpirado y seguia hablando (de Bergman, supongo) y

sonriendo. La casa permanecia en un silencio que las palabras de

Ruiz-Tagle solo acentuaban, sin llegar jamas a romperlo.

ÀDe

que hablaba?, se pregunta Bibiano. Seria importante, escribe en

su carta, que lo recordase, pero por mas esfuerzos que hago es

imposible. Lo cierto es que Bibiano aguanto hasta donde pudo,

luego dijo hasta luego de forma mas bien atropellada y se marcho.

En la escalera, poco antes de salir a la calle, encontro a Veronica

Garmendia. Esta le pregunto si le pasaba algo. ÀQue me puede

pasar?, dijo Bibiano. No lo se, dijo Veronica, pero estas blanco

como el papel. Nunca olvidare esas palabras, dice Bibiano en su

carta: palido como una hoja de papel. Y el rostro de Veronica

Garmendia. El rostro de una mujer enamorada.

Es triste

reconocerlo, pero es asi. Veronica estaba enamorada de

Ruiz-Tagle. E incluso puede que Angelica tambien estuviera

enamorada de el. Una vez, Bibiano y yo hablamos sobre esto,

hace mucho tiempo. Supongo que lo que nos dolia era que

ninguna de las Garmendia estuviera enamorada o al menos

interesada en nosotros. A Bibiano le gustaba Veronica. A mi me

gustaba Angelica. Nunca nos atrevimos a decirles ni una palabra

al respecto, aunque creo que nuestro interes por ellas era

publicamente notorio. Algo en lo que no nos distinguiamos del

resto de miembros masculinos del taller, todos, quien mas, quien

menos, enamorados de las hermanas Garmendia. Pero ellas, o al

menos una de ellas, quedaron prendadas del raro encanto del

poeta autodidacta.

Autodidacta, si, pero preocupado por

aprender como decidimos Bibiano y yo cuando lo vimos aparecer

por el taller de poesia de Diego Soto, el otro taller puntero de la

Universidad de Concepcion, que rivalizaba digamos en la etica y

en la estetica con el taller de Juan Stein, aunque Stein y Soto eran

lo que entonces se Ilamaba, y supongo que aun se sigue

Ilamando, amigos del alma. El taller de Soto estaba en la Facultad

de Medicina, ignoro por que razon, en un cuarto mal ventilado y

mal amoblado, separado tan solo por un pasillo del anfiteatro en

donde los estudiantes despiezaban cadaveres en las clases de

anatomia. El anfiteatro, por supuesto, olia a formol. El pasillo, en

ocasiones, tambien olia a formol. Y algunas noches, pues el taller

de Soto funcionaba todos los viernes de ocho a diez, aunque

generalmente solia acabar pasadas las doce, el cuarto se

impregnaba de olor a formol que nosotros intentabamos

vanamente disimular encendiendo un cigarrillo tras otro. Los

asiduos al taller de Stein no iban al taller de Soto y viceversa,

salvo Bibiano O'Ryan y yo, que en realidad compensabamos

nuestra inasistencia cronica a clases acudiendo no solo a los

talleres sino a cuanto recital o reunion cultural y politica se hiciera

en la ciudad. Asi que ver aparecer una noche por alli a Ruiz-Tagle

fue una sorpresa. Su actitud fue mas o menos la misma que

mantenia en el taller de Stein. Escuchaba, sus criticas eran

ponderadas, breves y siempre en un tono amable y educado, leia

sus propios trabajos con desprendimiento y distancia y aceptaba

sin rechistar incluso los peores comentarios, como si los poemas

que sometia a nuestra critica no fueran suyos.

Praise

“Bolaño se desenvuelve de modo divertido, inteligente y sarcástico en esa vertiente literaria que es juego de espejos entre verdad y mixtificación, entre realidad e ilusión, entre hechos y conjeturas, entre personajes apócrifos e históricos. —El mundo

“El estilo austero de Bolaño da a esta narración una precisión escalofriante, como si el desapego de su antiguo compañero se hubiera convertido en el de su país y en el suyo propio”. —The New Yorker

PRH Education High School Collections

All reading communities should contain protected time for the sake of reading. Independent reading practices emphasize the process of making meaning through reading, not an end product. The school culture (teachers, administration, etc.) should affirm this daily practice time as inherently important instructional time for all readers. (NCTE, 2019)   The Penguin Random House High

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PRH Education Translanguaging Collections

Translanguaging is a communicative practice of bilinguals and multilinguals, that is, it is a practice whereby bilinguals and multilinguals use their entire linguistic repertoire to communicate and make meaning (García, 2009; García, Ibarra Johnson, & Seltzer, 2017)   It is through that lens that we have partnered with teacher educators and bilingual education experts, Drs.

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PRH Education Classroom Libraries

“Books are a students’ passport to entering and actively participating in a global society with the empathy, compassion, and knowledge it takes to become the problem solvers the world needs.” –Laura Robb   Research shows that reading and literacy directly impacts students’ academic success and personal growth. To help promote the importance of daily independent

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